martes, 4 de septiembre de 2012

Más que un luthier. Por Salvador Vidal.

El oficio de clarinetista es el que he conocido, el que me ha ocupado y sostenido a lo largo de mi vida. En tantos años uno ha visto mucho, y de entre todo eso Pepe es de lo que en nuestro pueblo calificaríamos como de categoría.

Digo bien, nuestro pueblo: Antella, huerta valenciana, naranjos y el Xúquer regándolo todo, campos generosos en cultivos donde Pepe y yo hemos estudiado el clarinete juntos, a veces bajo una higuera, otras entre naranjos cuajados de azahar. Fuimos compañeros en la banda del pueblo, y ya entonces Pepe era de los que todo lo preguntaba, quería saber más; fue y es un buscador de la mejora, del progreso, de la excelencia.

El tiempo y la evolución que con él llega han hecho de mi primo Pepe no sólo un grandísimo clarinetista, sino un luthier de primera. Hace apenas unas semanas que he visitado su taller para poner uno de mis clarinetes en sus manos, y he encontrado lo que cabía esperar de alguien como Pepe: modernidad, escuela, técnica, los mejores materiales y todo el esmero que esa profesión suya exige y que él da sin reparos. Y por supuesto he quedado encantado con la reparación del clarinete.

Desde la amistad y lazo familiar que a él me unen, pero sobre todo desde la admiración que su nivel me merece, no puedo más que darle la enhorabuena y quitarme el sombrero ante su dedicación, ilusión y seriedad en la búsqueda de un trabajo de calidad, o para entendernos, de categoría.

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